En Roma, Italia, vivía un niño de doce años llamado Marco. Él era un niño moreno con ojos claros, delgado y con una altura de metro sesenta. Era tímido y por eso no tenía ningún amigo.
Como todos los días, Marco se despertó a las ocho de la mañana para ir a clase. Lo que diferenciaba este día de los otros era que había llegado un nuevo alumno a su colegio. Su nombre era Raúl. Era un niño rubio con ojos vedes y un poco más bajito que Marco. Aunque fuera su primer día de colegio no parecía estar avergonzado. Enseguida todos los niños se acercaron a él para conocerle. Al salir al patio Raúl se fijo en que Marco estaba sólo y decidió acercarse a él. Empezaron a hablar y Marco se sintió muy agusto, sentía como si se conocieran de toda la vida y encima tenían muchas cosas en común. Al terminar las clases fueron juntos a casa. Raúl le invitó a Marco a comer. Él sabía que tenía que ir a casa pero las ganas se lo impidieron. A la vuelta, mientras iba caminando para casa recordó que no había avisado a sus padres y que su padre se iba a e a poner muy furioso. Se acordó de la última vez que llegó tarde a casa, su padre le había castigado, pero no solo eso, se enfadó tanto que empezó a pegarle. Su madre estaba presente, pero no hizo nada, porque sabia que ella también recibiría. Marco también lo prefería así, no se le hacía agradable ver a su madre sufrir. Al llegar a la puerta de casa solo rezaba con que su padre no estuviera. Pero no fue así. Su padre le estaba esperando sentado en el sofá. Al verlo le entro un escalofrío por todo el cuerpo. Se fijó en que su madre no estaba, seguramente estaría en la compra, pensó. Sabía lo que le espera así que lo único que hacía era enrollar su cuerpo mientras le pegaba, le dolía menos. Al llegar su madre, fue a saludarlo a su habitación, noto enseguida que su padre le había pegado, ya que tenía un ojo morado. Su madre, Verónica,, era una mujer dulce y delicada, blanca como la nieve, pero miedosa e ingenua, lo contrario a su padre Oscar, que era un hombre robusto, bruto y alcohólico. Su madre lo único que hizo fue abrazarlo, lo de siempre. Él ya estaba acostumbrado a esos abrazos de lástima, pero no le hacían sentirse mejor. Al día siguiente, volvió a despertarse a las ocho como siempre, para ir al colegio. Raúl, al verlo con el ojo morado, le preguntó enseguida lo que le había pasado. Marco al principio le dijo que no era nada, pero después de que Raúl insistiera le contó todo. Marco se sintió liberado, nunca le había contado a nada nadie nada sobre aquello. Raúl en cambio se preocupó y se asustó tanto por su amigo que al llegar a casa tuvo la necesidad de contárselo todo a su madre. Ella era una mujer luchadora y aparte de eso, abogada. Sin dudarlo contactó con la madre de Marco. Verónica tenía miedo de su marido y aunque al principio dijo que no necesitaba ayuda, miró a su hijo y sintió la necesidad de acabar con todo. El dieciocho de octubre de 2015, las vidas de Raúl y Verónica cambiaron drásticamente. Ellos ganaron el juicio y Oscar fue a la cárcel. Desde entonces, madre e hijo cambiaron y se convirtieron en dos personas luchadoras que enfrentaban todos sus problemas.
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